Estrella fugaz

Miranda Calvelo

 

Varias veces trajimos en palabras la intensidad que caracterizó a estos últimos tres días. Hoy siento que todo ese movimiento externo del que fuimos protagonistas fue extensión de un movimiento interno hondo, necesario, hermoso. Trato de atrapar eso que cada presencia que se va asomando a mis días, aunque efímera, me trae. A veces son sonrisas, lindas charlas, verme a mí misma a través de ojos desconocidos, como una invitación al misterio de mis adentros que se renueva, o a través de ojos conocidos, ver esos fragmentos propios que aún se me hacen inamovibles. Ese percibirme con desgana, versiones mías tediosas que piden morir y osan de aparentar inmortales.

Hay encuentros que brotan de eso que ya sabíamos, anticipados por percepciones casi poéticas, y desencadenan un dominó de causalidades que confirman esa fe en lo que es, en lo que debía ser. Para mí, nuestro encuentro fue como esos vientos fuertes que hacen danzar a las hojas de los árboles, recordándome su esencia viviente, que en su quietud a veces olvido.

Ayer te soñé con un gorro de marinero. Las paredes del departamento estaban pintadas a la mitad, la parte inferior era negra, la superior conservaba el empapelado simpático de siempre. Me explicabas, con tu gorro de marinero y la sonrisa ancha perfecta, que la línea que dividía ambos colores dividía también aquello “oscurito” del departamento de aquello elevado. Mención al espíritu. No recuerdo bien las palabras, pero aparecía la percepción fragmentada una vez más.

Me despertó el sonido de la alarma de mi ser que hacía rato pedía frenar, sintiendo todo como un aprendizaje inestimable, muy claro. Estímulo a replantarme las velocidades que venía manejando estos días, o me venían manejando, tal vez estos meses o años. Mi ritmo interno y la velocidad de las cosas venían discutiendo, y no hubiese sido posible verlo si no fuera por estas vivencias incrustadas en explicitudes que hicieron a nuestro compartir fugaz. Creo que esa imagen me va a acompañar un largo rato, ajena a si la vida nos sigue cruzando para abrazarnos entre acordes y espejos. Tu imagen con el gorro de marinero, capitán de tus aguas internas. Dijiste algo de que te gustaría pasar la experiencia del barco en el mar y atravesar la tormenta. Te vi entregado a esa experiencia, atravesando las tormentas mentales, las auto exigencias (viejas conocidas), respetando los destinos que tu alma va anhelando navegar, con todo lo que eso implica. Tus ojos, olas de un océano profundo, de dónde venimos y a dónde vamos, unidad que en egoísmos (o maldades) a veces descuido, y en destellos de alguna estrella fugaz y la atención suficiente para advertirla, vuelvo a sumergirme.

Tu palabra sincera expone la polaridad desde la cual la mente se plantea y replantea, eso que hace a tu preciada labor en esta existencia, a tu búsqueda de nuestro camino de vuelta a casa. Tu canto dulce, tus pies de árbol, tu sabia presencia. Fue un honor para mí compartir esta corta e intensa jornada de encuentros y desencuentros, sabernos humanos y magos, con la pura intención de que el corazón se siga ensanchando como eterna brújula que guía el retorno al vacío, en cuyos sinuosos caminos tuvimos el placer de toparnos, y la visión consciente que a veces se nos escapa, para reconocernos desde lejos.

 

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