Pedro Tauzy
Hoy salí a caminar. Otro atardecer hermoso y familiar. Más que nada, porque ya se va sintiendo el otoño. Porque vienen ya esas predicciones del recuerdo de lo místico y abrigador del invierno, porque la esencia del invierno es “el abrigo”. El invierno abriga. Y en esas predicciones de recuerdo miré, desde lo alto del acantilado, toda la extensa Playa La Graciela vacía. Sólo dos o tres pescadores la ocupaban. Por la hora, ya toda la playa estaba cubierta de sombra acantilada, casi sin viento, pero fresquito.
Sentí desesperación por sentir que en ese paisaje faltábamos nosotros dos tomando mates y fumando un puchito. (En realidad yo fumando un puchito y vos viendo lo bien que fumo y felicitándome por eso). Sentí desesperación en serio. Un profundo extrañarte y extrañar esa situación en la que estamos ahí dialogando y siendo muy, pero muy, felices, aunque en ese diálogo posiblemente estuviéramos diciéndonos lo contrario. Y que, después de eso nos subimos al auto y vamos a comer un sanguchito de Pandy. Y que, después de eso, nos vamos bien abrigados a tomar un Ipa en Antares. Para seguir charlando mientras yo, además, te muestro y le muestro al entorno cómo fumo y lo bien que lo hago y cuán sabio soy por fumar.
Pero lo más importante de esto es que comprendí la esencia del “extrañar” a un amigo o a quien sea. Extrañar, en su esencia, sólo puede ser un acto de amor. Porque fue tan fuerte ese sentimiento que tuve que me escuché diciendo algo así como “necesito que Guido esté acá y que estemos haciendo todo esto que estoy diciendo, para que este momento pueda ser perfecto“. Y ahí llegó. Ahí lo entendí. ¡No! Ese momento ya estaba siendo perfecto, porque ese espacio-temporal (Playa La Graciela) ya está impregnado de un estar-ahí-de Guido y de Pedro haciendo todo eso; de modo que yo estaba ahí siendo un observador de lo que ya está ahí. Sólo por eso pude disfrutar de ese momento, ya que vos estabas ahí conmigo. En verdad. No “metafóricamente”.
Cuando necesitamos a alguien, no lo amamos, sólo queremos llenar un vacío por una situación que nos sobrepasa, o que estando solos o sin esa persona no podemos presenciar. Extrañar a alguien es reconocer el evento en que un espacio-temporal se abre al cual esa persona pertenece y al cual nosotros también pertenecemos y que en el “abrirse” de ese evento también se abre esa persona en su presencia.
Extrañar a alguien no es “querer” que esa persona “esté acá”. Es poder intuir su presencia, aunque no podamos verla. Y eso que confundimos con el desesperado: “la necesito acá a esta persona“; en realidad es un desesperado “no puedo creer que esta persona esté acá y sin embargo no puedo verla“.