Αλήθεια (Aletheia)

Pedro Tauzy

Estudios Heideggerianos

 

Apuntamos parte del pensamiento de Heidegger en torno a esta cuestión. En su escrito “Estancias”, se destacan las notas aquí apuntadas y desde allí partimos hacia nuestras consideraciones.

Para Heidegger, textualmente, Heráclito pensó el todo de lo presente como el “cosmos” (χόσμος), como τòν αὐτὸν ἁπáντων, como “el mismo ornamento por doquier”, el único adorno: no algo producido extra “ni por uno de los dioses ni por uno de los seres humanos”. Seguramente esto es extraño si tomamos la traducción así literal. Originariamente, y pensado esto de modo griego, “cosmos” no es nada relacionado con la galaxia ni las estrellas ni “el universo”. Cosmos es más bien lo que en cada ente se oculta, pero que, por ese ocultarse, da luz y presencia. Por eso “la oscuridad” y el ocultamiento son esenciales en tanto que son esenciantes: esencian.

Cosmos, el ornamento, no debe ser entendido como algo “añadido ahí”, “superpuesto”, sino como lo indica su sentido originario: como un “dar luz” que lleva algo a lucir, que en la luz deja presente lo presente, a cada cosa en su momento, diferente en sus límites y coincidente, así, en una única reunión. La palabra cosmos, recién así pensada, puede ser entendida en su verdad como el todo de lo presente.

Sólo si pensamos así el cosmos podemos entender hasta qué punto Heráclito puede pensarlo como el fuego siempre emergente, lo brillante-ardiente (ἁπτóμενον μετρα χαὶ ἁποσβεννúμενον μετρα), lo que “encendiendo (haciendo lucir y aparecer) las medidas, apagando (retirando) las medidas”.

Δήλος, “Delos”: la manifiesta, la que luce, la que, por su lucir, oculta todo en un presente.

“Delos” es la manifiesta, la desocultante no oculta, pero que a la vez oculta y esconde: esconde el secreto del nacimiento de Apolo y Artemisa. Apolo, de mirada amplia y clara, el luminoso, que impera por su brillo. Ártemis, la lanzadora de flechas, que mora en el desierto escondiente. El poderoso acercamiento y la súbita desaparición en la lejanía constituyen, ambos a la vez, el modo de su presencia.

Delos cobija lo sagrado y lo oculta frente a cualquier alboroto profano.

Δήλος revela en tanto oculta. Indica aquello que para los pensadores y poetas era lo presente y han experimentado y nombrado como tal: la unicidad de desocultamiento y ocultamiento: Αλήθεια, La Aletheia, la “Verdad”.

La Aletheia es el ámbito: lo abierto, que se ofrece a sí mismo, que alcanza, delimita y libera todo, que a todo lo presente y ausente depara llegada y momento, partida y falta. Αλήθεια, palabra que se tradujo por “verdad”, pero que moderna y erráticamente se entendió “verdad” por “certeza”, indica muy otra cosa. Αλήθεια (Verdad) es la unicidad de desocultamiento y ocultamiento. El entre.

La presencia se vivencia como estancia, en permanencia clarificada en esto que es la Aletheia, o sea: el ámbito del ocultar desocultante que brinda estancia a la φύσις (physis), al puro abrirse, encerrado en sí (en lo abierto de la existencia) de los montes, de la llanura, del mar, del cielo, de las plantas, de los animales. En esta estancia brindada por la Aletheia aparece también el ἐέγον, es decir: toda hechura y construcción dispuestas por el obrar humano. En una estancia así, en presencia, aparece el humano como aquello que corresponde al desocultamiento, en tanto lo que aparece en él (en el desocultamiento), lo pone de manifiesto expresamente como algo presente de tal y tal modo. Como si toda la Naturaleza, toda la creación culmina y “se ve a sí misma y se dice a sí misma” en la ποίησις (en el poetizar humano). Todo esto, a la vista y al servicio de los dioses. El lenguaje poético, no tomado como lo que nombra literalmente a cada cosa según un nombre lingüístico y técnico, sino como aquello que recoge y guarda y muestra lo así recogido en un símbolo vivo, puesto que este mostrar poético no reduce al misterio, lo ahonda mostrándolo como lo que es: misterio. Pero poetizar no es sólo lo que conocemos con el nombre “poesía”. Poetizar, vivir poéticamente, incumbe a todo obrar humano que dialoga ensamblado con el juego armónico de la φύσις, de la naturaleza, bajo la mirada penetrante de Apolo y Artemisa. El humano poéticamente construye, hace y deshace en armonía con el dejar-surgir de la naturaleza sin lo maquinante y desvirtuante de toda maquinación antropocéntrica y técnico-moderna. Naturaleza, entendida de manera griega como φύσις, es surgir-espontáneo, lo que surge por sí mismo incesantemente. Todo obrar humano en correspondencia con la φύσις es vida poética y, entonces, verdadero obrar humano.

Experimentar la estancia en la Αλήθεια y a ésta como lo deparador de estancia implica descubrir lo invisible del todo que está invisible en todas las cosas, sólo por lo cual todo presente se abre al lenguaje y permanece en él, siendo siempre eso como lo que es (como ocultamiento desocultante), como eso que se substrae a toda representación, a todo concepto y a todo intento maquinante, racional y técnico. Inaccesible a través del cálculo.

El dios délfico ni descubre ni encubre, sino que muestra”. Mostrar es un dejar ver que, como tal, vela a la vez que protege lo velado. Tal mostrar es el evento por excelencia en el ámbito de la Αλήθεια, que ocasiona la estancia en el zaguán de lo sagrado. Como si la Verdad para no contaminarse demasiado con el hombre siempre se guardase un resto esencial.

Esto permitió, a los griegos, vivenciar cielo y tierra en unidad e identidad.

Entender la esencia del ser como Αλήθεια, y esto como el “evento” en que se vivencia repentinamente la unidad de ocultamiento y desocultamiento significa no sólo conocer el peligro de la ocultación (de la huida, de la desaparición) sino estar dispuestos a la superación. Para eso es importante entendernos a nosotros, humanos, como en medio de la totalidad y preguntarnos cuál es nuestro lugar en ella.

Si la disposición fundamental del primer comienzo de la Filosofía fue el “asombro”, entonces (¿el espanto como nuevo comienzo?). Quizás sea necesario un “apartarse”, un “retirarse” al silencio hacia la apertura de lo que se oculta, en cuya apertura lo, hasta ahora, corriente se muestra como lo extraño y a la vez lo digno del diosar. En esa apertura se abre lo que se nos mantiene oculto y ahí surge “la retención”, “el cuidado”, como deber poético.

Convertirnos en custodios de la verdad del ser (Αλήθεια). ¿Dónde? En el poetizar. En la poesía (en su más amplio, pero más estricto y serio sentido: el Símbolo y el obrar poético).

Este esfuerzo a veces nos es extraño porque no vislumbramos nada de lo que exige la simplicidad del ser.

 

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