Pedro Tauzy
Podría decirse que el Ansia tiene (o es) una fuerza en sí misma contradictoria. Que por un lado es una fuerza que busca extenderse, expandirse, propagarse: tiene, en sí, la fuerza del afán (del buscar). Pero al mismo tiempo es una fuerza que anhela para sí misma. Así, en el ansia hay una movilidad doble (simultánea) de oposición alterna: aspira a apartarse de sí hacia la propagación y, sin embargo, de regreso hacia sí mismo.
Vista en sí misma, esta es una fuerza ciega e indeterminada. En la medida en que en esta voluntad el querer no está aún determinado no es propiamente su sí mismo, es todavía una voluntad impropia. Una fuerza oscura.
El ansia entonces es la naturaleza ciega e inconsciente y por eso todavía una voluntad sin entendimiento, pero que, en su aspiración presiente el ser-sí-mismo. Sin embargo, el ansia eterna, justamente para nunca dejar de ser ansia ni eterna, aspira a tener una figura de sí misma sin jamás alcanzar este saber acerca de sí mismo, precisamente porque no puede dejar de querer seguir siendo ansia. Así en tanto aspiración sin entendimiento, no tiene nada comprendido, nada que pueda nombrar como un algo determinado; no es capaz de nombrar lo que ambiciona. Le falta la posibilidad de la palabra.
Pero, por otro lado, esta fuerza que llamamos acá Ansia o Voluntad o Naturaleza (en el sentido de la physis griega) es el fundamento para la existencia de todo lo que existe (de todo ente). El ansia es el motor por el cual el ser deviene fuera-de-sí mismo para-sí mismo.
Como este fondo oscuro de la naturaleza, y al que nosotros humanos también pertenecemos, es el fundamento de toda existencia, de ahí proviene todo lo que después vemos salido a la luz, en la presencia. El hombre es el único ente capaz de entendimiento, es decir, capaz de alumbrar con el fuego de la conciencia a este fondo oscuro para que éste no lo domine y así ser libre.
Por eso es necesaria la escucha interior y sólo de ahí puede venir un cambio real y profundo. Un cambio que sea necesario sólo ocurre cuando eso que nos domina es transformado a partir de sí mismo. Para eso, es preciso dominar, en primer término, eso que nos domina, es decir, estar ahí en su centro y al mismo tiempo más allá (para no quedar apegado a la oscuridad y ser una sombra más). Esta es la esencia de toda transición tanto individual como colectiva.
“El que no se oye a sí mismo sólo puede obedecer”, dice Nietzsche en el Zaratustra.
¿Qué sería entonces la ansie-dad? Sería el predominio del ansia oscura sobre un espíritu errante que no alumbra porque su mirada no está dirigida hacia su propio fundamento, sino hacia afuera; de modo que sólo sabe que todo el tiempo quiere algo, pero no sabe qué es lo que quiere y es movido y agitado de acá-allá sin poder encontrar aquello que en el fondo busca (el sí-mismo).