Pedro Tauzy
“Quien no está,
no necesita irse”.
Comprendí que haber oído eso
era un mérito y no otra cosa.
La luna nos mentía aparentando inmovilidad
reflejada en una remota porción llana de tierra
sin otro ruido que el inmanente amor que es-yéndose
de los aviones.
Al fondo del pagano jardín,
La silenciosa noche y la incertidumbre
de una posible llanura o de otra ciudad de cemento
por venir.
Su contraste era el aturdidor
amor de la amistad
que es consuelo ante
la hostil eternidad.
Yo nunca antes había dialogado con Tauzy.
Nunca después tampoco.
Pero nos abrazamos.
No supimos distinguir si eso estaba-siendo
un abrazo de bienvenida o de despedida.