Victoria Varela
Un día se despertó y ya no pudo volver a dormir, no quería ni lo necesitaba.
Los sueños no necesitaban almohada, vivían en aquel mundo de realidades.
Encontró a su maestra, a su amiga, a su siempre aliada mientras volaba en un espeso azul profundo rodeada de otras amorfas voladoras auras.
La acompaña hoy adentro y afuera en cada respiración y en cada sol. Le recordó que existe una misión. Esa que nos une entre vivos y con los muertos. Esa que nos despega del suelo y nos recuerda el vuelo. Una que te mantiene siempre despierta y atenta al canto del viento.
Y entonces escuchó en un suspiro tibio, clarito, clarísimo: ¡Enamorate!